"La buena salud mental de Van Gogh puede ser proclamada, pues a lo
largo de toda su vida sólo se cocinó una mano, y dejando ésto de lado,
no llegó más que a cortarse la oreja izquierda, en un mundo donde la
gente come todos los días vagina asada con salsa verde, o sexo de
recién nacido azotado y encolerizado ingerido tal como sale del sexo de
la madre.
Y no es una imagen, sino la realidad cotidiana, repetida con frecuencia, y sembrada en toda la extensión de la tierra.
Así es como se sostiene - aunque esta afirmación resulte delirante-
la vida actual en su viejo clima de estupro, de anarquía, de caos, de
estravío, de descalabro, de alienación crónica, de inercia burguesa, de
desviación mental, (pues no es el hombre el que se ha desviado, sino el
mundo), de impudicia deliberada e ilustre hipocresía, de inmundo
descrédito por todo lo que significa nobleza, de reivindicación de un
orden absolutamente fundado en el acatamiento de una primitiva
injusticia, en síntesis, de crimen organizado.
Las cosas andan mal porque en este momento el mayor interés de la conciencia alienada es no salir de su enfermedad"
Así de punki comienza esta diatriba salvaje contra en mundo y la
psiquiatría en particular, escrita después de pasar 10 años torturado
en el manicomio de Rodez, por el maldito loco visionario que fue
Antonin Artaud. La última etapa de la vida del pintor holandés, en la
que se entrega al Doctor Gachet, un médico rural devenido en psiquiatra
quien en conjunto con la sociedad, hacen, en palabras de Artaud, que
Van Gogh se convierta en un suicidado.
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